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3. Ya es navidad

Es la mañana del día de navidad. Como todos los años, Laura se despierta la primera y corre por el pasillo hacia el árbol gritando ¡Ya es navidad! ¡Ya es navidad! Pese a tener 18 años, vive la navidad con la misma ilusión que una niña de 5. Es su época del año preferida, el invierno, el frío, la  nieve, la decoración navideña... Le encanta. No le importa haber salido la noche anterior con sus amigos a celebrar la nochebuena y haberse acostado muy tarde, ¡como si no se tiene que acostar! Abrir los regalos que están bajo el árbol de navidad todos en familia es una tradición, y las tradiciones están para cumplirlas. Al igual que las promesas. No puede parar de darle vueltas, no puede sacarlo de su cabeza. Desde que Laura recibió aquel mensaje de WhatsApp no ha podido dejar de pensar en Marcos. ¿Qué querrá? ¿Para qué le manda un mensaje, ese mensaje, después de casi un año sin tener ningún tipo de contacto? ¿Y para que se lo manda ese día sabiendo lo importante que es para ella esa

2. Lo que prometas bajo la luna cumplelo al salir el sol.

24 de diciembre de 2013, Madrid. Ha pasado casi un año. Once meses, dos semanas y seis días para ser exactos. Ya no le duele tanto, pero aún recuerda los primeros días sin él. Lloraba todas las noches, y por las mañanas a duras penas conseguía reunir fuerzas para salir de la cama. Sin duda fueron unas semanas horribles. Ahora, tras once meses, dos semanas, seis días y muchas lágrimas derramadas, Laura está bien. O al menos lo intenta.  Ella se encuentra en una pequeña cafetería que está de esquina tomando un cappuccino para entrar en calor. Esa semana está siendo una de las más frías del invierno. Para hoy tenía planificado hacer las últimas compras navideñas. Es 24 de diciembre y aún le quedan detalles que terminar. Mientras termina el café mira su reloj, 11:03 AM. Se arrepiente de haberlo dejado todo para el final, ahora se le echa el tiempo encima. Sale rápidamente del local olvidando su paraguas, del que no se acordará hasta unas horas más tarde. Camina en dirección a la

1.También llovía en Madrid.

Llueve. Llueve mucho. Sin embargo un sol radiante e impropio de aquel mes de enero asoma por la ventana. Es en sus ojos donde llueve. Rojos e hinchados de tanto llorar. Tiene el corazón roto. Se seca las lágrimas que recorren su rostro con el puño de la camiseta y coge su teléfono decidida. Marca el número y tras un breve silencio... "El teléfono marcado no se encuentra disponible en este momento, por favor, inténtelo de nuevo más tarde". Laura se deja caer en la cama y rompe a llorar de nuevo. Él lo dijo en serio. No quería volver a hablar con ella. No puede ser. No le puede estar sucediendo esto. Aún tiene en sus oídos las ultimas palabras de Marcos.  "¡Olvídate de mi, Laura". Una mezcla de desesperación y tristeza la recorre por dentro. Siente vacío y un nudo en el estómago. Ganas de saltar por la ventana. Impotencia por no poder hacer nada más. Y es que él ya había tomado una decisión. Era un punto y final. Aquella tarde Laura lloró hasta quedarse dormida.

Lágrimas, besos y tiempo.

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Algunos dirán que malgasté lágrimas, besos y tiempo. Yo como buena optimista, o tal vez ilusa, prefiero creer que ese "tiempo perdido" ha sido tiempo invertido y que nadie encuentra a su príncipe sin antes haber besado algunos sapos. Que las experiencias te enseñan pero no te cambian, que mi escepticismo y mi frialdad no significan que no crea en los cuentos de hadas y en las medias naranjas. Simplemente he aprendido, tras muchos tropiezos por el camino, que no todo el que dice ser tu príncipe lo es realmente y que una princesa debe andar con cuidado si no quiere perder su corona.

I'm waking up

El 2013 podía haber traído un aviso bajo el brazo, igual que los recién nacidos traen la barra de pan. No me habría venido mal algo así como "PREPÁRATE QUE VIENEN CAMBIOS", porque mi año está teniendo más subidas y bajadas que una montaña rusa. Empezar el año con mal pie tiene la ventaja de que no puede ir a peor, y demostrado queda, que "lo que mal empieza bien continua" y que no todos los cambios tienen que ser malos.  Pasar de la dependencia más absoluta a una independencia que ni yo llegué a imaginar. Cambiar de aires, de intereses y de perspectivas. Conocer personas nuevas, y re-descubrir las que ya conocía. Mirar por mi y solo por mi, sin tener que pensar en las explicaciones que me pedirían después.  Por lo que va de año, podría decirse que el 13 no es mi número de la mala suerte.

El primer día del resto de mi vida

Me he dado cuenta de que eso a lo que yo llamaba felicidad era un simple estado de dependencia, de adicción. Y es que era como una droga. Algo que al principio te gusta aunque solo sea por el hecho de que es nuevo y que, con el paso del tiempo, deja de importarte si te gusta o te deja de gustar, simplemente lo haces porque tu cuerpo te lo pide. Más bien tu subconsciente. Lo peor de todo es que tú te lo crees; comienzas a pensar que sin "eso" vas a estar mal, que no puedes ser feliz y que tu vida va a ser lo peor. De lo que no te das cuenta es de que "eso" es lo que hace de tu vida una mierda. Y como toda droga, mientras tu crees estar en el paraíso y tener la felicidad máxima, te va destrozando por dentro y por fuera. Yo creo que el mejor remedio para la adicción es no sentarse a esperar que pase, si no levantarse y poner un arco iris en esa sucesión de días grises.

trust

No podemos vivir dando tantas explicaciones. Tu familia, tus amigos y las personas que te quieren no las necesitan; tus enemigos no las creerán nunca y los estúpidos no las entienden.  Yo he pasado mucho tiempo dando explicaciones, explicaciones que con el tiempo me di cuenta que eran innecesarias. Alguien que dice confiar en ti no te pregunta de malas maneras que quien es "ese", ni se enfada sin tan siquiera darte la opción de hablar. Quien confía en ti de verdad, no se enfada, no necesita darte la oportunidad de explicarte, porque no duda de ti.  Yo ahora se que no hay que malgastar el tiempo en personas que exigen explicaciones, que quien realmente las puede pedir jamás las necesitará.